La cocina portuguesa, aunque restringida a un espacio geográfico relativamente pequeño, muestra influencias mediterráneas (incluida la llamada “dieta mediterránea”) y también atlántica, como se puede ver en la cantidad de pescado consumido tradicionalmente. Mucho ha cambiado desde que Estrabón se refirió a los lusitanos como un pueblo que se alimentaba de bellotas. La base de la cocina mediterránea, basada en la trilogía de pan, vino y aceite de oliva, se repite en todo el territorio nacional, con la incorporación de verduras, como en diversas sopas, y frutas frescas. Carnes y despojos, principalmente cerdo, también componen un conjunto de platos y snacks regionales, donde destacan los jamones y embutidos. Con la llegada de los descubrimientos marítimos, la cocina portuguesa integró rápidamente el uso, en ocasiones casi excesivo, de especias y azúcar, además de otros productos, como frijoles y patatas, que se adaptaron como productos esenciales. Tenga en cuenta que la variedad de platos regionales se puede ver incluso en áreas restringidas. Dos ciudades vecinas pueden presentar, bajo el mismo nombre, platos que pueden diferir mucho en la forma de preparación, aunque compartan la misma receta básica. Las generalizaciones no siempre son correctas: las diferentes cocinas regionales varían mucho dentro de la misma región.